domingo, 21 de abril de 2013

Artículo: SOCIEDAD, IDENTIDAD Y REGIONALISMO EN AREQUIPA, 1780-1830


SOCIEDAD, IDENTIDAD Y REGIONALISMO EN AREQUIPA, 1780-1830

JOSE VICTOR CONDORI 
Universidad Nacional de San Agustín


Desde sus orígenes coloniales la ciudad de Arequipa se configuró como una comunidad regional alejada de los más importantes centros económicos y poblacionales del virreinato peruano (Lima, Cusco y Potosí), al mismo que se integró en el temprano siglo XVI como otras tantas ciudades y regiones. Debido a la ausencia de grandes núcleos de población indígena o fabulosos yacimientos mineros, los primeros vecinos de Arequipa encontraron en la agricultura y el comercio los principales medios de sustento, que a través de los años llegarían a convertirse en los pilares de la economía regional y en una verdadera fuente de riqueza y prestigio para las principales familias de la élite.

Gracias a su particular ubicación geográfica, en la periferia de las zonas económicas más dinámicas del virreinato, su mayor cohesión social e integración familiar, y actividades económicas basadas en el esfuerzo personal antes que en los favores reales o privilegios comerciales; se irá constituyendo en Arequipa una comunidad de intereses y necesidades que con el paso de los años dará forma a una identidad regional muy particular y sobre todo anti centralista, cuya presencia en la Historia del Perú habría de ser más comprometida e intensa.


LA SOCIEDAD AREQUIPEÑA
Según la visita realizada en 1792, la población de la Intendencia de Arequipa (integrada por las provincias de Arequipa, Camaná, Condesuyos, Cailloma, Moquegua, Arica y Tarapacá) era de 135.237 habitantes (12% del total del Virreinato). Siendo la provincia de Arequipa la más poblada con 37.630, seguida de Moquegua (27.197) y Condesuyos (20.110). La ciudad de Arequipa, capital de la Intendencia, tenía según esta misma visita 22.030 habitantes, de los cuales el 71 % eran considerados españoles, 19 % mestizos, 5% de esclavos y 5% negros, mulatos y zambos libres. Viendo tales estadísticas, llama claramente la atención el alto número españoles, no solo en la ciudad (15.737), sino también, en la provincia (22.882), donde llegaban a alcanzar el 60% del total. [1]

Socialmente esta población se hallaba dividida en varios grupos. Una pequeña aristocracia conformada por grandes hacendados, comerciantes y mineros; además de funcionarios civiles, militares y eclesiásticos. Por debajo de ella se encontraba un vasto sector medio integrado por profesionales, comerciantes, hacendados, chacareros, artesanos, empleados públicos, arrieros, etc. Y mucho más abajo todavía, deambulaba un heterogéneo grupo de individuos de incierto origen y dudosa reputación quienes habitaban los alrededores de la ciudad (Pampa de Miraflores y la Ranchería), conocidos en los documentos judiciales como la “ínfima plebe”. [2]

No obstante, existir una aparente desigualdad cultural y económica entre los distintos individuos que conformaban la sociedad local, había entre ellos muy estrechos lazos e intereses comunes. Por ejemplo, el hacendado viñatero, el administrador de su hacienda, el comerciante mayorista de vinos, el arriero, el comerciante local, el abogado apoderado, el cura diezmero y hasta el bodeguero, estuvieron vinculados por la producción de vinos y aguardientes y cualquier incremento de impuestos o conflicto social o político tendía a perjudicarlos por igual. Tal nivel de cercanía se puede claramente comprobar en la documentación notarial, a través de fianzas, poderes, obligaciones y testamentos.


ECOMOMIA REGIONAL

La Agricultura 
La ausencia de grandes propiedades en el medio rural arequipeño, no fue impedimento para la formación de considerables fortunas familiares derivadas de la agricultura. Gracias a las ventajosas condiciones climáticas de los valles cercanos y al creciente mercado minero sur peruano, en Arequipa pudo consolidarse una de las actividades más lucrativas de la colonia: la producción de vinos y aguardientes. Tan afamadas mercancías provenían de los valles de Moquegua, Majes y Vítor y eran masivamente comercializados en los grandes mercados de la sierra sur desde Cuzco a Potosí. A fines del siglo XVIII la región producía más de 500.000 botijas de vino al año, los mismos que en un 90% fueron destilados en aguardiente, un producto cuyo consumo se había masivamente extendido a lo largo del siglo y adicionalmente, tenía precios más elevados (10 a 20 pesos el quintal).


Producción de Vinos en Arequipa (en botijas)


Años            Vítor        Majes        Moquegua

1810      100.410      195.995      304.571

1812       93.495       123.240       257.206

1814      115.185       134.735      275.110

1816       120.370       184.255     339.090

1818          88.570       125.340     213.710

1820          80.530       120.485     219.075


 Fuente: AAA, Diezmos de los valles de Vítor, Majes y Moquegua, 1810-1820.


Aunque la distante Moquegua poseía la mayor producción regional (60% del total), fue el cercano valle de Vítor el más importante para la élite y economía local, no solo por su proximidad, sino también, por que allí se encontraban las principales haciendas de los vecinos y familias más destacadas de la ciudad como los Goyeneche, Gamio, Masías, Cossío, Rivero, Barreda, Bustamante, Benavides, Oyanguren, Moscoso, Aranibar, De la Fuente, Lastarria, Ureta, Cuadros, Corzo, Loayza, Berenguel, Butrón, Ugarte, O’Felan, etc. A principios del siglo XIX la producción de Vítor oscilaba entre 80.000 y 120.000 botijas; una parte era vendida en forma de vinos y aguardientes en Arequipa y la otra, comercializada en Puno y La Paz.[3]

De manera opuesta a los mencionados valles de Vítor, Majes y Moquegua, la campiña de Arequipa se caracterizó por una producción menos especializada, aunque igualmente creciente, que abastecía largamente la demanda local e incluso, en pequeñas cantidades era enviada a los mercados más próximos de la sierra. Destacaban notoriamente los cultivos de trigo y maíz. En los inicios del siglo XIX la producción de trigo alcanzó las 90.000 fanegas al año, destinándose la mayor parte al consumo local, para abastecer los 15 molinos y cerca de 94 panaderías. El maíz en cambio, bordeaba las 120.000 fanegas, utilizándose cerca de 90.000 en la fabricación de “cerveza de maíz” o chicha, una bebida de amplio consumo; y no era para menos, a decir del cronista Ventura Trabada y Córdova, en 1752 existían cerca de 3.000 chicherías en la ciudad y sus alrededores. Adicionalmente, la campiña producía también papas, alfalfa y vegetales; mientras que de los valles de Camaná y Tambo se traía el azúcar, algodón y ají. Según la Guía de Forasteros de 1796, la producción agrícola anual de la Intendencia fue estimada en 2 millones de pesos.[4]

El Comercio 
La prosperidad agrícola arequipeña permitió a la élite disponer de considerables capitales para invertirlos en la importación de mercancías provenientes de España y denominadas corrientemente “efectos de Castilla”. Hasta 1778, Arequipa fue solo un centro de redistribución de efectos provenientes de la capital y los comerciantes locales vivieron subordinados a los intereses de los mayores mercaderes del Perú, agrupados en el monopólico Tribunal del Consulado de Lima.

Con el establecimiento del Comercio Libre (1778) y la apertura del puerto de Arica al tráfico exterior, los vínculos mercantiles de la ciudad se ampliaron y el número de mercancías importadas creció sustantivamente. Arequipa, de centro redistribuidor pasó a convertirse en un gran depósito para el abastecimiento de los poblados mineros alto peruanos y los más importante, se rompió la vieja dependencia con Lima, permitiendo a la región disfrutar de una mayor autonomía comercial. En 1800 la Villa Imperial de Potosí consumió cerca de 2’800,000 pesos en importaciones de los cuales 1’100,000 provenían de esta Intendencia.[5]

Incluso antes de aquella fecha, debieron ser ya bastante prometedoras las inversiones comerciales en la región como para llamar la atención de los Cinco Mayores Gremios de Madrid, quienes en 1791 decidieron abrir una sucursal en Arequipa, previo a Lima, para dedicarse al comercio de importación con los mercados del sur andino; entrando en franca competencia con los todopoderosos mercaderes locales como Juan Crisóstomo Goyeneche, Mateo Cossío de la Pedrera, Juan Fermín Errea, José Díaz Barreda, Bernardo Gamio y García, José Hurtado Villafuerte y José Menaut e Hidalgo. La oposición apareció casi de inmediato, en 1791 el Cabildo de la ciudad acusó ante el Tribunal del Consulado a los factores de los Cinco Mayores Gremios por “traficar con los productos locales como el azúcar, el vino, el aguardiente y el grano”. En la defensa de los intereses locales, la élite comercial arequipeña había alcanzado una gran cohesión e identidad.[6]


La Minería 
Aunque existieron numerosas minas ubicadas en toda la Intendencia, la minería arequipeña no tuvo un papel protagónico dentro de la economía y sociedad regional, contrariamente, se mantuvo a la zaga de otras más importantes como la agricultura y el comercio. Es curioso, pero, aunque el comercio de vinos y aguardientes y la importación de mercancías de Europa dependían del flujo regular de plata (en barras o monedas), esta principalmente se obtenía de los centros mineros alto peruanos. [7]

Hacia 1799, el número de minas productivas en la región era de 54, de las cuales 53 eran de plata y solo una de oro; y en ellas trabajaban 84 mineros y 649 operarios.[8] Todas las minas de la región sólo representaban el 8% del total, sin embargo producían más plata que el promedio virreinal; ellas alcanzaban el 20% de toda la plata registrada en las cajas reales. Durante las últimas décadas del siglo XVIII, el total de minas de Arequipa producían un promedio de 65,000 a 85,000 marcos de plata, representando un valor entre 600,000 a 700,000 pesos, lo que equivalía sólo a la tercera parte de la producción agrícola.[9] Fueron las más importantes Huantajaya y Cailloma.

El mineral de Huantajaya, se ubicaba en el desierto de Tarapacá y fue descubierto en 1717 por Juan de Loaiza y Valdés, considerado el más rico de la Intendencia; de él decía el barón Alejandro Von Humboldt:


En el Perú casi toda la plata se saca de las grandes minas de Pasco, de Gualgayoc y de Huantajaya…Las minas de Huantajaya que están rodeadas de mantos de sal gema, son principalmente célebres por las grandes masas de plata nativa que encierra en una matriz descompuesta: anualmente dan de 70 a 80,000 marcos de plata. Estas minas se hallan situadas en el partido de Ávila, cerca del puertecillo de Iquique, en un desierto enteramente falto de agua.[10]

Aunque a finales del siglo XVIII el yacimiento progresivamente comienza a decaer por causa de la pobreza del mineral extraído, el verdadero problema fue siempre su desventajosa ubicación geográfica, en un área tan distante y sobre todo carente de agua, suministros, fuerza de trabajo y hasta un banco de rescate que proporcione el circulante necesario para hacer frente a sus gastos elementales. A principios del siglo XIX la producción había decaído a menos de 5,000 marcos al año.

Cuando las minas de Cailloma fueron descubiertas en 1620 hizo soñar a muchos con el nacimiento de un nuevo Potosí y debieron ser muy promisorios sus filones, como para que en 1630 la Corona decida establecer allí una caja real. En 1640, el Marqués de Mancera le asignó una mita de 800 indígenas para el laboreo de sus minas, tal concesión se mantuvo por cerca de una centuria. En los límites del siglo XVIII la producción de Cailloma promediaba los 30,000 marcos por año, lamentablemente, en 1780 la rebelión de Túpac Amaru llegó al asiento minero y trajo como consecuencia el cierre definitivo de la caja y el traslado de los depósitos de mercurio a la ciudad de Arequipa. La falta de mercurio habría de contribuir significativamente a la crisis de Cailloma:

La clausura forzó a los amalgamadores de Cailloma a comprar el mercurio en la Ciudad Blanca, porque ya no estaba disponible en ese centro minero. Esto los obligaba a realizar un viaje de doce a catorce días para cubrir los 400 kilómetros de ida y vuelta, cada vez que necesitaban el mercurio, y no tenían forma de saber si abría o no mercurio disponible para cuando llegaran.[11]

Pese a este gran inconveniente, para 1799 todavía encontramos en Cailloma 12 minas de plata las mismas que eran trabajadas por 13 mineros y 114 operarios; pero cuando la caja de Arequipa se quedó sin mercurio en 1802, el trabajo minero en la zona se detuvo por largo tiempo.[12] Años antes, un último intento por recuperar la minería regional se había realizado en 1792, cuando un grupo de entusiastas vecinos de la élite de Arequipa decidieron crear una Sociedad de Minería, la misma que fue anunciada por el Mercurio Peruano de esta manera:


Cincuenta y cinco vecinos de la ciudad de Arequipa son los que han tenido el generoso designio de reunirse a formar una Sociedad Mineralógica con el fin de trabajar minas de oro, plata y demás metales no solo en los seis partidos de aquella Intendencia, sino también en cualesquiera otras partes donde se juzgue conveniente y útil establecer sus operaciones. Estas comenzarán a practicarse a principios del año venidero, y correrán hasta fines del de 1812, siendo establecida la sociedad solo por el plazo de veinte años. Su fondo es de cincuenta mil pesos divididos en quinientas acciones, a las que puede suscribirse hasta la conclusión del año presente cualquier persona de todo estado y condición, con tal de que sea vasallo de Nuestro Católico Monarca, y resida en uno de los dos virreinatos de Lima y Buenos Aires.[13]

Tan importante sociedad tuvo como director a Mateo Cossío, tesorero a Juan Crisóstomo Goyeneche, Secretario a Martín Arispe y diputados a Francisco de la Fuente y Loayza, Antonio de Alvisuri, Juan Fermín de Errea y Francisco del Suero. La mayoría de ellos eran prominentes comerciantes y hacendados de la ciudad y solo Francisco de la Fuente fue un verdadero minero, no cualquiera, el más rico propietario del mineral de Huantajaya y descendiente directo de su descubridor. Al margen del entusiasmo inicial, para finales de 1793 solo se había logrado reunir 22,000 pesos, con los cuales se iniciaron algunas obras en Huantajaya que permitieron incrementar la producción de 28,000 marcos en 1795 a 59,000 en 1799. Lamentablemente y al igual que en Cailloma, la escasez en el suministro de mercurio paralizó temporalmente los trabajos y en 1808 la cantidad de plata registrada fue de solo 3,200 marcos.[14] Como un epitafio, por esos mismos años el Arcediano de la Catedral de Arequipa, Francisco Xavier Echevarría y Morales sentenciaba que los asientos mineros de Huantajaya y Cailloma “solo conservan el nombre, como Troya”.[15]

Bibliografía


1] Los datos sobre la visita de 1792 la encontramos en Fisher, 1981: 274-276; Gootenberg, 1995: 6-16 y Brown, 2008: 49-53 y 282-283.

[2] La composición socioeconómica de Arequipa a fines del siglo XVIII la obtenemos de los importantes trabajos de Wibel, 1975; Gallagher, 1978; Buller 1988; Chambers, 2003; Brown, 2008. Para el siglo XIX, tenemos Ponce, 1980 y Betalleluz, 2004.

[3] La producción de vinos y estructura de propiedad en los tres valles más importantes de la región se han extraído del Archivo Arzobispal de Arequipa (AAA), Diezmos de los valles de Vítor, Majes y Moquegua: 1870-1820. La misma fuente fue utilizada por Carlos Buller en su tesis “L’économie du vin à Arequipa. Les vallées de Vitor, Majes et Moquegua entre 1770 et 1850”, EHESS, Paris 2009.
[4] La información sobre la “producción agrícola no especializada en vino” (Buller: 2007), conformada por el maíz, el trigo y la papa, se halla en AAA, Diezmos de Arequipa: 1780-1830. Asimismo, encontramos importante información en Cossío 1804, Barriga 1941, Tomo I: 58-59; Wibel, 1975: 63-69; Brown, 2008: 50-62.

[5] El comercio regional y el impacto de las reformas borbónicas son el tema principal de la tesis de Buller (1988). Hay información igualmente importante en Wibel, 1975: 121-160; Chambers, 2003: 55-72; Brown, 2008: 105-166 y 215-223.

[6] Con relación a los Cinco Mayores Gremios de Madrid, principalmente Capella y Matilla Tascón, 1957. Acerca de sus actividades en el Perú: Pinto 1985; Medrano y Malamud 1988. En Arequipa: ARAR Intendencia Causas Ordinarias 79: 24 mayo 1820; Wibel, 1975: 146-147; Brown, 2008: 219-221.

[7] Pese a la importancia económica de la Intendencia de Arequipa dentro de este periodo, no existe todavía un trabajo orgánico y sistematizado sobre la minería arequipeña en la época colonial y primeros años de la republica, hasta ahora solo disponemos de breves referencias. Por lo pronto podemos revisar Wibel, 1975: 69-73; Fisher 1977: 213-233; Malamud, 1982: 56-57; TePaske y Klein, Vol. 1, 1982: 2-83; Deustua, 1986: 81-86; Brown, 2008: 83-98; Flores Guzmán, 2008: 345-369.

[8] Fisher, 1977: 196-197.

[9] Wibel, 1975: 72; Brown, 2008: 84-85.

[10] Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, Humboldt, 1822, Tomo III: 260-267.

[11] Brown, 2008: 95.

[12] Fisher, 1977: 197; Brown, 2008: 95.

[13] Mercurio Peruano, 169: 16 agosto 1792, Fol. 246.

[14] Fisher, 1977: 222.

[15] Memorias para la historia de Arequipa, Barriga, Tomo IV, 1952: 3.